martes, 24 de marzo de 2015

Ella… blanca…bella, pura…
acompañada de su estrella… allá en lo alto…
acariciada por las hojas del árbol, que el viento (testigo del silencio de los pensamientos) acaricia suavemente haciéndola tremar en su quietud…
ella que nada posee y sin embargo es dueña del movimiento de las aguas…
ella que es incluso en movida y en movimiento, sin cambio pero sí con pasajes de un estar a otro, (sucesión de fluires atravesados por las sensaciones vitales, pulsión solar)…
estremecido crecimiento de necesarias rupturas para ir más allá, para expandirse como la semilla que sepultada en tierra brota (rompiéndose a sí misma) para tener libertad, aire para poder florecer y desplegar la hermosura de su ser…
solo la nada, todo… solo el fluir de lo que se mueve pero no muta… 
ella ahí… moviéndonos, sin conciencia (racional) con conciencia (superior-universal)…
y ellas, todas ellas un poco más allá… al ritmo del universo, brillando-bailando el cantar de la canción cósmica que late persistiendo en su andar (más allá del tiempo y la distancia)…
suena, sonido profundo…
suena, música acuosa que penetra en mí…
suena… suena… sueña… vibra, haz-me vibrar…
suena soñando esa melodía que facilita el suspiro de aquellas hojas viajeras (pero con raíces profundas) y con caricias lunares…
suena… sueña… rumor lejano del río que baña los huertos fértiles de la tierra, de los valles…
ella, la luna, no olvida que somos formas casuales portadoras de esencias universales...
ella no recuerda…
ella no sabe nada…

ella… es… movida, es en movimiento…

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